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L´Albatros: Léo Ferré
Baudelaire, L´Albatros
Souvent, pour s’amuser, les hommes d’équipage
Prennent des albatros, vastes oiseaux des mers,
Qui suivent, indolents compagnons de voyage,
Le navire glissant sur les gouffres amers.
Prennent des albatros, vastes oiseaux des mers,
Qui suivent, indolents compagnons de voyage,
Le navire glissant sur les gouffres amers.
À peine les ont-ils déposés sur les planches,
Que ces rois de l’azur, maladroits et honteux,
Laissent piteusement leurs grandes ailes blanches
Comme des avirons traîner à côté d’eux.
Que ces rois de l’azur, maladroits et honteux,
Laissent piteusement leurs grandes ailes blanches
Comme des avirons traîner à côté d’eux.
Ce voyageur ailé, comme il est gauche et veule !
Lui, naguère si beau, qu’il est comique et laid !
L’un agace son bec avec un brûle-gueule,
L’autre mime, en boitant, l’infirme qui volait !
Lui, naguère si beau, qu’il est comique et laid !
L’un agace son bec avec un brûle-gueule,
L’autre mime, en boitant, l’infirme qui volait !
Le Poëte est semblable au prince des nuées
Qui hante la tempête et se rit de l’archer ;
Exilé sur le sol au milieu des huées,
Ses ailes de géant l’empêchent de marcher.
Qui hante la tempête et se rit de l’archer ;
Exilé sur le sol au milieu des huées,
Ses ailes de géant l’empêchent de marcher.
En la tumba de Cortazar
por César Ibáñez París
EN LA TUMBA DE CORTÁZAR
A finales de abril o principios de mayo
de aquel año del quinto centenario
Begoña hizo la fotografía
en que ahora me veo.
En el presente quieto de la imagen
me he sentado sobre otra tumba, gris,
(no sé si es una falta de respeto)
y contemplo en silencio la tumba de Cortázar,
blanca como las flores que descansan
en su tercio inferior (también hay tulipanes,
media docena de candelas rojas),
blanca como el pequeño corazón
de la otra flor, de piedra, que ha nacido del mármol
y asiste sin ajarse al rumor fresco
de los días de lluvia parisinos,
a la siesta larguísima de Carol y de Julio.
Hace seis años miro severo, pensativo,
este lecho hasta siempre paradójico:
mineral y de leche, ingenuo y sabio,
seco y llorado por la lluvia dócil,
ateo y dedicado al dios Amor.
Hace seis años pienso cuatro tópicos
tan viejos y tan fieles como los cementerios:
que somos poca cosa, que nada se detiene,
que la tierra conviene a los cadáveres
y que Cortázar vive en sus escritos.
Viéndome ahora entonces pienso más
y más claro también.
Este mármol es mío y estas flores
(Montparnasse, primavera) están puestas por mí.
Como supo Quevedo, estoy muriendo
(la muerte que me habita crece y crece),
sentado junto a la tumba de Cortázar
y sentado a mi mesa juntando estas palabras.
Y además siento hilos invisibles
entre todos los sueños
(somnus imago mortis, oh noche boca arriba),
entre todas las formas del dolor,
entre todos los miedos.
Hay una red de causas y delirios
que me une a Cortázar, por ejemplo,
en febrero del año ochenta y cuatro,
cuando varios amigos lo trajeron
a seguirse muriendo bajo el mármol
húmedo, blanco, mío, paradójico.
Todos los fuegos son el mismo fuego,
todas las muertes son la misma muerte.
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L. (Pedro Chico y Rello)
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La cité natale. Laurent Reverte
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Rimbaud: Les dormeurs du bal
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Ô triste, Ô triste était mon âme: Léo Ferré
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La mauvaise réputation Georges Brassens Paco Ibáñez
Les hirondelles: Nacha Guevara
Bestias
Carmen
Ruth Boíllos
Si
el miedo es una lagartija
veloz
y colacorta, tan fugaz
que
aprovecha las fisuras
de
las paredes del tiempo.
Si
la rabia es el bronco bramido
del
vacuno frágil por su muerte
que
desgrana su mirada
caída
en la arena.
Si
el deseo es una avispa
capaz
de espolear elefantes
picando
entre sus dedos
con
su zumbido incansable.
Si
la angustia es una oveja
cautiva
en los ojos del lobo
que
balando no encuentra
fuerzas
para la escapada.
Dame
silencios de hormigas
que
trabajen por construir.
dame
los sueños de lirones
con
esperanzas vivas.
Dame
la libertad de los gatos
que
vuelven al hogar
tras
nocturnas aventuras.
Dame
una salida a las bestias
ni
maromas, jaulas o bozales,
dame
paz, dame si puedes control
si
no… dame humanidad
Elle s´appelait Thérèse: Natasha St-Pier
Ciudad
en la niebla
Jesús
Gaspar Alcubilla
Cité dans le brouillard, cité blanc
« Cité des morts ».
Doce y media
de la
mañana.
Gentes diseminadas de
húmeros
blancos. Cansancio en la luz
de
un bazar. Entre la niebla
transeuntes
anónimos caminando,
recoletos
autobuses urbanos, puentes,
barriadas
en las afueras, lonas de
ultramarinos
detrás de carteles con
anuncios
de cigarrillos americanos, coches,
paradas
junto a señales de tráfico, edificios
de
cemento con ventanas donde cuelga
la
yedra germinando en la sombra…
…Y en las estanterías libros y más
libros, libros para quemar con vitriolo
de
niebla cerca del humo de los trenes
y
de las chimeneas lejanas de un viejo
barrio
abuhardillado.
No se consume la niebla hasta
pasada
la media noche, cuando
los
gatos oscuros del callejón,
las
prostitutas, los travestidos,
los
proxenetas y otros seres ambiguos
salen
como los muertos a los raíles de
la
calle para poblar el desolado desván
de
la ciudad.
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PARÍS
María Sanz
Una sola palabra bastaría
para llegar, como si de otra
mano
huyese la caricia alentadora
que al cabo te consume.
Ciudad inabarcable, cuántas
veces
surgía del deseo hasta tus
ojos,
envuelta en la aventura
de alguien que quisiera
descubrirla
contigo sin morir en el
ensueño.
Hoy buscas el consuelo de los
libros,
páginas de visitas concertadas
para ir recorriendo
Notre Dame o los puentes sobre
el Sena.
No tienes esa mano, pero
siempre
te quedará París
más lejos cada día.
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RÉQUIEM EN CLAVE DE LUNA
Asunción Alcoceba
Quedaos la mañana
y su bruma intensa,
quedaos con el llanto del rocío,
porque hasta donde yo me dirijo
no alcanza la aurora
ni sus pétalos encarnados...
No cabe la luz que impregna el horizonte
y lo sonroja.
Quedaos con las flores
y con vuestro lamento,
allá donde voy no lo necesito,
tampoco el perfume que desprende el día
ni el néctar inmaculado de su estambre.
Yo no preciso de ningún orden establecido
para elevar mis plegarias
a una eternidad hallada,
son mis pasos sesgados
los que cobran vida propia.
Allá, donde la nada me pertenece
y los ancestros
tararean un réquiem quebrado
por un imposible,
habita la noche y un silencio lúgubre,
solamente.
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